miércoles, 15 de junio de 2011

Muerte



La muerte en los ojos de los niños es un tema visto en las pelìculas Largo Viaje y La Buena Vida. En la primera, la muerte de un niño da inicio al recorrido del protagonista, quien desea entregarle unas alas a su hermanito recién fallecido para que pueda ascender al cielo. En la segunda, la muerte de un niño es el final de la miserable vida de una mujer que transitó, en algún momento u otro, por las vidas de los personajes protagonistas. Cuando vi Largo Viaje, al momento de ver la escena del velorio del bebè realmente me perturbé. Siempre que observo historias relacionadas a la muerte de un niño me conmuevo, pero de terror. Es una mezcla de tristeza y rabia, de impotencia y decepción. Siempre que veo en las noticias, o en ficción indicios de la muerte de un pequeño o imágenes de su entierro, no puedo evitar recordar tragedias previas relacionadas a niños. Siempre viene a mi memoria una noticia que leí en el diario hace algunos años: NIÑO DE 18 MESES ES ENCONTRADO MUERTO DEBAJO DE LA CAMA. Un niño, menor de 2 años fue encontrado muerto bajo la cama de su hogar, sin su madre y con un trozo de pan duro ente sus manos. ¿Còmo olvidar algo así?  Imaginé durante días las últimas horas de ese niño, con morbosidad dibujé en mi mente sus llantos y esperanzas... ouch! "La mina que dejó botado a ese niño es una maldita perra... puta, puta!"
Tres semanas después vi La Buena Vida, y cuando se muestra la misma noticia que yo leí hace años al llegar a la escena final fue realmente impactante darme cuenta de que estaba viendo la historia antes de la tragedia, la vida antes de la muerte y cambió toda mi perspectiva respecto al asunto. Quizás la madre del niño "abandonado" no era una mala mujer, no era una psicopata que querìa matar a su hijo, sino que simplemente, fue víctima de las circunstancias, víctimas de la ciudad y del destino.


martes, 14 de junio de 2011

¿Dónde me siento?

Los días martes en la mañana, me despierto a las 5:30 para estar a las 7:30 en la estación de metro Escuela Militar.  Corro para alcanzar el bus de acercamiento que me deja en la universidad. Corro, no como, no tomo té ni café para terminar de despertar, simplemente recurro al discurso de la rapidez. ¿Por qué tanta prisa? Si no me voy en bus de acercamiento, debo tomar la C02 y ese micro es la peor catástrofe… Llegas al paradero, repleto de gente que mueve sus extremidades ansiosamente, mueven sus pies esperando impacientemente dicha micro. Ni si quiera están nerviosos porque llegarán tarde a sus trabajos, institutos o lo que sea, sino que las ansias se los comen por otra cosa: agarrar un asiento. Exacto, así mismo, “agarrar”. “¡Empuja nomás, guárdame un asiento!” es la frase más vitoreada al momento de frenar la micro y abrir sus puertas. Es increíble como hombres empujan a mujeres, incluso a codazos para poder sentarse, hasta que, casi con violencia se lanzan sobre el primer lugar desocupado que divisan. Creo que ésta es la situación más posmoderna que vivo a diario –bueno, casi-. Hombres y mujeres, golpeándose entre sí para lograr asentar su cuerpo en un trozo de plástico.  No hay respeto por el otro, se sube una mujer embarazada y todos los sentados se ponen gafas oscuras, comienzan a roncar de la nada o miran al suelo. En el metro, en las micros, en la calle, en la farmacia, en el consultorio, bajo el umbral de la puerta de un restaurante… “Siempre debo ir yo primero”. La igualdad se vuelve insoportable. ¿Qué egoísta, no? Ni si quiera hay una moda que prevalezca. Todo está de moda, todos los estilos musicales, todos los modos de vestir. Nirvana y Lady Gaga están de moda, las pieles y los flecos están de moda, el reggaetón y el metal están de moda

miércoles, 1 de junio de 2011

A pasitos por Santiago...


DOMINGO, Día de Búsqueda y Dolor. 
Luego de dormir un par de horas, tuve que levantarme y volar (literalmente). Salté de la cama, me vestí y partí a juntarme con las chicas. Claramente iba atrasada, y mi mente se retorcía por ello, siempre llego tarde y me carga fallarle al resto, especialmente a mi misma. Me imaginaba a una Valentina de brazos cruzados, decepcionada, a una Natalie furiosa diciendo que podría haber dormido más rato y a una Conie histérica... ¡Qué horror! Peor que película de Hitchcock... La Vale no dejaba de llamarme (se le acabó la plata del celu por mi culpa), mientras yo pensaba que era una verdadera estúpida por no haber salido de mi casa la noche anterior con unas zapatillas... ¡obligada a andar con botas! Y qué tacos, Dios mio.... La Vale me seguía llamando, mientras la micro no pasaba y mi único alivio fue la compra de una Limón Soda y unas ramitas saladas. Tenía tanta sed, tanta hambre y tanto olor a cigarro y copete que fue un verdadero deleite.



Llegó la maldita micro y mi celular seguía vibrando. 
¿Vale? ¿DONDE ESTAS? Eeeh, Avenida Pajaritos. BAJATE EN SANTA ISABEL, NO, BAQUEDANO, NO, MEJOR UNIVERSIDAD DE CHILEEEEE!
Que desagradable fue bajarse de la micro y verme agobiada por el sol. La Vale me dijo que caminara hacia la cordillera, pero entre tanto edificio no pude encontrarla. Y una vez que me ubiqué: ¿izquierda o derecha?


Me sorprendió que no estaban enfadadas. Seguramente se lo esperaban. Fuimos a las boleterías del metro más cercano y nos sentamos en el suelo, con mi notebook prendido, revisando nuevamente las locaciones de la película. La Natie le coqueteaba a la cámara, yo descansaba en el suelo y la gente pasaba a nuestro al rededor. Sentíamos olor a completos, qué hambre!

 Comenzó la búsqueda del cité. 


¿Será por aquí?


Qué encanto de fachada. Amé esos balcones, dignos de una escena de Romeo y Julieta. La malo de vivir dentro de ellos debe ser que las palomas se pueden posar en ellos... eso es terrorífico. 


Las odio, les temo, me escapo  ¿y? Para qué mierda sirve si me encuentro una en cada esquina... son unas invasoras, perturban mi ya quebradiza mentalidad...



¿Llegada a la tumba de Santiago? Vírgenes suicidas vienen hacia nosotras... ¡Arranquen!